El cuerpo habla.
Y si no le escuchas, grita.
Mi cuerpo es experto en gritar o yo una experta en no escucharlo.
La fibromialgia vino a mi hace ya unos cuantos años. Con el tiempo, tiempo de terapia y mucho trabajo personal, entendí qué quería decirme.
Eran todas aquellas emociones y sentimientos silenciados, mi voz silenciada.
Fueron tantos años de silencio que finalmente gritó con una enfermedad.
Cuando sané mis emociones, mi cuerpo también se sanó. Fue lento, fue todo un proceso que se dio de manera paulatina, de la mano de las emociones, con cautela, calorcito y mimo.
Cuando, por fin, pude dejar de desear cada noche no tener dolor al día siguiente porque esos dolores ya no estaban entendí que había logrado salir de la fibromialgia. Dejé de identificarme con aquel nombre. Una nueva vida había comenzado, tan nueva que desde hace 3 años pude empezar a hacer deporte, instaurarlo en mi día a día y llegar a subir montañas de más de 3.000 metros de altura.
Ahora, puedo entender que, realmente la fibromialgia vino para quedarse.
Ahora, puedo aceptarla como parte de mi, pero no como un todo, ni mucho menos como protagonista y limitadora de mi vida.
Ella vino a enseñarme que no me calle, que no me silencie, que me exprese, que llore, que ría, que grite, que cante… que mi voz se oiga porque tiene un lugar, mi lugar.
Ahora, ella viene cuando me despisto, cuando empiezo a hablar bajito, tan bajito que la voz silenciada puede llegar a apiadarse de mí.
Ella sabe cómo venir, inicia su llegada de una manera suave, sutil y que tan sólo ella y yo reconocemos y podemos apreciar.
Hoy puedo decir que somos amigas. Es una amiga que en su día supo dejarme claro que si no me amo, cuido y respeto, mis días serán realmente duros y difíciles.
Ella, si en su forma sutil y suave no la escucho, no se va, no cesa, es más, va «in crescendo», hasta que el cuerpo duele tanto que se hace visible, cambia mi rostro, mi energía, mi alegría… logramos, bueno más bien logro, disimularla con el gran parche farmacológico.
Sé que lo hace con amor, sé que no quiere hacerme daño, como cuando una amiga se sienta ante ti y te confronta lo que necesitas en ese momento, lo hace por y desde el amor.
Si recuerdo el día del diagnóstico y todo lo que vino los años de después nunca me hubiera imaginado que hoy te daría las gracias querida fibromialgia. Gracias a tu manera de aparecer, ahora, soy capaz de pisar el freno, parar y poder observar qué está ocurriendo y no estoy siendo capaz de ver, qué voz estoy silenciando y está deseando ser escuchada. Y, además, nos conocemos tanto que soy capaz de identificar en qué área estoy callando. Según tu manera de aparecer, es hora de poner el foco en un sitio u otro de mi vida.
Me gusta esta profundidad de conocimiento, fruto de todo el tiempo que llevamos juntas a pesar de que durante años dijera que ya no me identificada con el diagnóstico, y en realidad, ya sólo con verbalizarlo te estaba haciendo presente a pesar de los pesares míos. Esto también me gusta, porque, para mí, significa que nunca he dejado de aprender de ti y que cuanto más te veo y te acepto, más me sano y menos tienes que venir a hacerme una visita.
El cuerpo habla y si no lo escuchas, grita.
Gracias, porque cada vez gritas menos.
Enhorabuena Patri, lo estás haciendo bien.
P.D. Me parece importante aclarar que esta es mi experiencia con la enfermedad, sé que no todos los procesos son iguales, no se pueden comparar y cada persona lleva el son de su vida y sus tiempos, siendo todos respetables y abrazables.
¡Gracias por estar!
Un abrazo de alma a alma.